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Sagot :
Heráclito es el más importante representante de esta escuela. Las tesis siguientes son un breve resumen de sus puntos de vista básicos (el texto entrecomillado es la sentencia heraclitiana que mejor expresa cada una de ellas):
la realidad es contradictoria, en su seno se dan elementos opuestos:
“El mar es el agua más pura y más corrupta; es potable y saludable para los peces; para los hombres, en cambio, es impotable y nociva”;
los elementos opuestos se necesitan unos de otros:
“La enfermedad hace a la salud agradable y buena, el hambre a la hartura, el cansancio al descanso”;
la realidad cambia continuamente; reivindicación de la tesis del movimiento o devenir; precisamente es la aceptación del cambio la nota característica de la escuela jónica respecto de la posterior escuela eleática, que niega la realidad del devenir, reduciéndolo a simple apariencia:
“Todas las cosas se mueven y nada está quieto... nunca te podrás sumergir dos veces en el mismo río”;
el movimiento como rasgo básico de la realidad tiene su origen en el enfrentamiento, oposición o lucha entre los elementos contrarios:
“La guerra es el padre y el rey de todas las cosas; a uno les muestra como dioses y a otros como hombres, a unos los hace esclavos y a otros libres”;
existe un orden, armonía o síntesis de contrarios que da lugar a unidades y dinámicas de un orden superior que la de los elementos opuestos. Esta idea de una legalidad que rige el movimiento y el enfrentamiento entre opuestos recibe el nombre de dialéctica y será reconocida y bien valorada por filósofos tan importantes como Hegel y Marx (no hay que confundir esta noción de dialéctica con la de Platón, noción que en este último autor se refiere a un tipo de conocimiento antes que a un orden interno de la Naturaleza):
“Una armonía invisible es más intensa que otra visible”; “la auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta”.
50. Los gérmenes de escepticismo que pudiera encerrar la doctrina de Parménides los desenvolvió un filósofo de la misma escuela: Zenón, que, fundado en el arte de la dialéctica, adquirió un instrumento poderoso en el terreno de las cavilaciones. A fuerza de ponderar el valor de la razón y deprimir el de los sentidos, llegó a negar la legitimidad del testimonio de éstos, y considera a la experiencia como contraria a la razón. Así las nociones que tenemos sobre los seres finitos son puras ilusiones; negaba la existencia del movimiento, de la materia y del espacio. La razón en que se fundaba era el que si existiesen cosas finitas sería necesario atribuirles calidades opuestas, admitiendo semejanza y desemejanza, movimiento y quietud, unidad y pluralidad. En el supuesto panteísta, el argumento es concluyente, porque si no hay más que un ser, no puede haber desemejanza ni pluralidad; mas esto es lo que debía probarnos Zenón; de lo contrario, su argumentación es en este caso una petición de principio. Si todo es uno, no hay variedad, sino apariencia de ella; se concede, pero la dificultad está en probar el antecedente, a saber: que todo es uno, y ésta es una condición sin la cual no se puede dar un paso. El decir que todo es uno, porque no puede haber variedad, sería un círculo vicioso: no hay variedad porque todo es uno, todo es uno porque no hay variedad.
La doctrina de Demócrito, que era en gran parte la de su maestro Leucipo, se reducía a los principios siguientes:
«De la nada no se hace nada, y no hay cosa alguna que pueda reducirse a nada. Los átomos no perecen ni se mudan, porque su dureza invencible los pone al abrigo de toda alteración. De la reunión de los átomos se han formado muchos mundos, que perecerán en sus tiempos respectivos, y de sus ruinas, se formarán otros mundos nuevos. El alma del hombre, o el espíritu, es un compuesto de estos átomos, como el sol, la luna y todos los planetas. Los átomos tienen un movimiento giratorio, que es la causa de la generación de los seres. El destino y la necesidad son efectos necesarios de la uniformidad de este movimiento. El alma está esparcida en todas las partes del cuerpo, y la sensibilidad general de que el hombre está dotado, proviene de que cada átomo del alma corresponde a un átomo del cuerpo. Los astros se mueven en espacios enteramente libres; no tienen movimiento más que hacia Occidente; todos ellos están arrebatados por la rapidez de un torbellino de materia fluida, cuyo centro es la tierra. La rapidez del movimiento de los astros está en razón directa de su distancia de la tierra, porque la rapidez del fluido disminuye a medida que se aproxima a su centro. Como las estrellas fijas se mueven con más rapidez que los demás astros, acaban su círculo en veinte y cuatro horas, y el sol, que se mueve con más lentitud, acaba el suyo en veinte y cuatro horas y algunos minutos más, y la luna, que es todavía más lenta que el sol, en cerca de veinte y cinco horas.»
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