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Sagot :
La actividad moral no puede comprenderse sin un sujeto personal que la realice. De hecho, intentar hacer un análisis de los actos humanos desencarnados de la persona contribuiría a no comprender la naturaleza moral de estos. Sin duda, el hecho de ser moral está marcado en nuestra naturaleza, pues la moralidad constituye uno de los rasgos definitorios de los seres humanos. Además, todo acto moral es una acción voluntaria que está sometida a valoración ética.
La idea de responsabilidad moral por las acciones está muy ligada a la concepción del hombre como ser libre. En virtud de nuestra libertad, nuestras acciones son merecedoras de alabanza, culpa, recompensa o castigo. Calificamos nuestros actos y los de los demás, y con ello otorgamos o negamos mérito a las personas por sus acciones. Incluso la opinión que tenemos de una persona se debe, en gran medida, a nuestra valoración sobre su conducta moral.
Algunos consideran que los seres humanos estamos atrapados en un nexo causal que no deja lugar a factores como la libertad, la elección y la responsabilidad. Según esta perspectiva, propia del determinismo, todas las acciones estarían necesariamente determinadas por una serie de circunstancias o factores incompatibles con la libertad. Sin embargo, la mayoría de las personas están convencidas de que sus acciones son consecuencia del uso de su libertad, y que en su ejercicio intervienen diferentes motivos, incluidos los motivos morales, como el sentido del deber u obligación moral.
Independientemente de las diferentes posturas teóricas en uno u otro sentido, lo cierto es que, en la práctica, las personas no pueden dejar de sentirse responsables de sus acciones, tal y como manifiesta el juicio moral de la conciencia.
En una anterior unidad ya hemos definido la ética como la ciencia que estudia las normas conforme a las cuales la persona ha de conformar necesariamente el ejercicio de su libertad para que sus acciones puedan ser consideradas plenamente humanas. Existe, pues, una íntima vinculación entre moralidad, responsabilidad y libertad. En este sentido, conviene no olvidar los condicionamientos de nuestra libertad (la afectividad, el carácter y los hábitos), así como los obstáculos en el ejercicio de la misma (la violencia, el miedo, la ignorancia y las psicopatologías o trastornos psiquiátricos).
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