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un cuento inventado de menos de 500 palabras misterio ​

Sagot :

Respuesta:

478 palabras

Explicación:

En el pequeño pueblo de San Alejo, había una casa que todos evitaban. La Casa de los Susurros, la llamaban. Nadie recordaba cuándo comenzó a llamarse así, pero todos sabían que, al caer la noche, se escuchaban voces inquietantes.

Marta, una joven curiosa, había oído las historias desde niña. Ahora, con veinte años y una determinación férrea, decidió desentrañar el misterio. Una noche, se armó de valor y se dirigió hacia la casa con una linterna en mano.

La puerta chirrió al abrirse, como si quisiera advertirla. Marta avanzó, cada paso resonando en el suelo de madera. El aire dentro era pesado, cargado de una extraña electricidad. Se detuvo en la sala principal, donde un espejo grande cubría una de las paredes. La leyenda decía que era el origen de los susurros.

De repente, el silencio fue roto por un murmullo lejano. Marta se acercó al espejo, su reflejo distorsionado por la luz tenue. "¿Quién eres?", susurró una voz apenas audible. Marta se estremeció, pero no retrocedió.

—Soy Marta. ¿Quién eres tú? —respondió con voz firme.

El espejo vibró ligeramente y la figura de Marta se desvaneció, reemplazada por la imagen de una mujer vestida con ropas antiguas.

—Soy Elena —dijo la mujer—. Fui atrapada aquí hace muchos años por un hechizo. Mis susurros son llamados de ayuda.

Marta, intrigada, preguntó cómo podría liberarla.

—Debes encontrar el amuleto que contiene mi esencia y romperlo —explicó Elena—. Está escondido en el sótano, pero ten cuidado. El hechizo también atrajo a otros espíritus, menos amables.

Decidida a liberar a Elena, Marta descendió al sótano, su linterna iluminando las escaleras polvorientas. Al llegar abajo, una corriente de aire frío la envolvió. Escuchó risas y murmullos siniestros. Ignorándolos, buscó entre cajas y muebles viejos hasta encontrar una pequeña caja de madera. La abrió y allí estaba el amuleto, un colgante de plata con una gema brillante.

Cuando lo sostuvo, los susurros se intensificaron, ahora furiosos. Marta sintió un escalofrío y supo que debía actuar rápido. Con todas sus fuerzas, rompió el amuleto contra el suelo. Un destello de luz llenó el sótano y los susurros cesaron de inmediato.

Subió de nuevo a la sala principal y miró el espejo. La imagen de Elena sonreía, agradecida.

—Gracias, Marta. Finalmente soy libre —dijo antes de desvanecerse para siempre.

El pueblo de San Alejo nunca volvió a escuchar susurros en la casa. Marta, aunque nunca habló mucho del asunto, sabía que había hecho algo importante. La Casa de los Susurros dejó de ser un lugar temido, y poco a poco, los habitantes comenzaron a mirarla con otros ojos, sin el temor de antaño.

Marta, por su parte, siempre recordaría esa noche como la vez que enfrentó lo desconocido y venció, liberando a un espíritu atrapado y devolviendo la paz a su hogar.