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Respuesta:
Érase una vez un niño llamado Pedro que vivía en un pequeño pueblo cerca de una gran fortaleza. Pedro siempre había sido muy curioso, así que un día decidió explorar la fortaleza para ver qué secretos ocultaba.
Mientras caminaba por los pasillos oscuros, encontró una puerta muy pesada. Con mucho esfuerzo, logró abrirla y descubrió un calabozo. Pedro no podía creer lo que veía. Dentro del calabozo, había un recluso que parecía muy triste.
Pedro se acercó al recluso y le dijo: "Hola, ¿por qué estás aquí?"
El recluso respondió: "Estoy aquí porque hice algo malo, pero desconozco por qué me dejaron tanto tiempo. Solo quiero ser feliz de nuevo."
Pedro, que siempre quería ayudar a los demás, pensó en cómo podría convencer a los guardias de que liberaran al recluso. Entonces, tuvo una idea brillante. Corrió de vuelta al pueblo y condujo a los guardias hasta el calabozo.
Cuando llegaron, Pedro les explicó: "Este recluso ha aprendido su lección y merece una segunda oportunidad. ¡Por favor, déjenlo salir para que pueda ser feliz y no seguir padeciendo aquí!"
Los guardias escucharon a Pedro y, después de pensarlo, decidieron liberar al recluso. El recluso salió del calabozo y abrazó a Pedro con lágrimas de alegría.
Pedro sonrió y dijo: "¡Sabía que podía convencerlos! Ahora todos podemos ser felices."
Y así, Pedro regresó al pueblo con el recluso, sintiéndose orgulloso de haber ayudado a alguien y haber hecho un nuevo amigo. Fin.
Explicación:
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