El relato "El crimen perfecto" del escritor argentino Enrique Anderson Imbert relata que un hombre creyó haber cometido el crimen perfecto y nunca sería descubierto porque enterró el cuerpo en un cementerio.
Sin embargo, el cementerio pertenecía a unas monjas católicas y el cuerpo era de un hombre ateo, por lo que a media noche los espíritus de las monjas salieron de sus tumbas y mudaron el cementerio al otro lado del río.
Las autoridades al darse cuenta revisaron el terreno donde se suponía que siempre había estado el cementerio y encontraron el cuerpo de la víctima y se lo llevaron, a la media noche las monjas devolvieron las tumbas a su lugar.
