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Sagot :
A mediados del siglo XIX Gran Bretaña era la única gran potencia colonial en Europa. A pesar de su política librecambista conservaba un conjunto de dominios a escala mundial. Sus colonias se organizaban en cinco tipos:
A partir de la crisis de 1873 la política colonial británica inició una profunda transformación. Las crisis de superproducción, la oleada proteccionista que cerraba los mercados europeos y la competencia alemana y norteamericana obligaron a Gran Bretaña a dirigir sus mercados comerciales hacia sus colonias. La crisis de 1882 y el incremento de la competencia alemana y norteamericana acentuaron aún más esta tendencia. El sentimiento colonialista triunfó entre la población y las elites intelectuales británicas; la obra de Kipling fue un claro exponente de esta nueva concepción.
Gran Bretaña se lanzó a la expansión por África, donde fundó nuevas colonias de explotación a las que unió el protectorado sobre Egipto y Sudán a principios del siglo XIX. En esos momentos el Imperio Británico controlaba 33 millones de kilómetros cuadrados y una población aproximada de 400 millones de habitantes, lo que le convirtió en el mayor imperio mundial. La fuerte inversión financiera en las colonias, el inmenso esfuerzo humano que llevó a la pérdida demográfica de la metrópoli, y su retraso tecnológico con respecto a Alemania, debilitaron la posición británica en Europa.
La formación del Imperio Británico.
A mediados del siglo XIX Gran Bretaña era la única gran potencia colonial en Europa. A pesar de su política librecambista conservaba un conjunto de dominios a escala mundial. Mantenía cinco tipos de colonias:
1- Puertos de escala, que aseguraban su domino de las rutas marítimas y conquistadas en su mayoría a españoles, franceses y holandeses (Malta, Corfú e Islas Jónicas en el Mediterráneo; Gibraltar, El Cabo, Isla Mauricio, Adén y Ceylán en la ruta hacia la India; Singapur y Hong-Kong en la ruta de China).
2- Factorías comerciales en la costa africana (Sierra Leona y Gambia).
3- Colonias de Plantación, suministradoras de productos tropicales (Antillas, Honduras y Guyana).
4- Los Dominios, eran, sin duda las principales piezas del Imperio Británico. Eran las colonias de poblamiento blanco: Canadá, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda, destinadas a absorber los excedentes de población.
5- La India, la mayor colonia de explotación. La joya de la Corona.
La política colonial británica inició una profunda transformación a partir de la depresión iniciada en 1873. Las crisis de superproducción, la oleada proteccionista que cerraba los mercados europeos y la competencia alemana y norteamericana obligan a Gran Bretaña a basarse cada vez más en sus colonias. La crisis de 1882 y el declive de su hegemonía económica ante el dominio de las nuevas tecnologías industriales por Alemania y Estados Unidos acentúan esta tendencia. Las dificultades económicas se reflejaron en un sentimiento nacionalista de raíz popular, expresado a través de una prensa, decididamente colonialista. El "jingoísmo", impulsado por las obras de Kipling en donde se exalta el valor y la misión de la raza blanca (especialmente la anglosajona), contribuyó a su consolidación.
Cuando, con su expansión en África, Gran Bretaña funda nuevas colonias de explotación, a las que añade el protectorado de Egipto y Sudán a principios del siglo XX, reunió un Imperio Colonial de 33 millones de kilómetros cuadrados y 405 millones de habitantes, el más grande y extenso que el planeta haya conocido. Sin embargo, la fuerte inversión financiera en las colonias, junto a la pérdida demográfica, y su retraso tecnológico con respecto a Alemania, se debilita su posición en Europa.
Francia fue el otro país europeo capaz de crear un imperio colonial de dimensiones mundiales, aunque desde luego no comparable al británico. Francia había perdido su antiguo imperio colonial en el siglo XVIII (Guerra de los Siete Años). En 1830, durante el reinado de Carlos X, se había iniciado una tímida penetración en Argelia, aunque los inicios de la colonización francesa en el siglo XIX se realizan durante el II Imperio dentro de la política de prestigio de Napoleón II, cuando sigue la conquista de Argelia y se incorpora Camboya mediante el tratado de Saigón de 1862, que establecía la soberanía francesa en Cochinchina. Hasta la década de 1870 Francia no tiene una política colonial de amplias perspectivas. El afán de recuperar el prestigio internacional tras la derrota en el conflicto francoprusiano de 1870-1871, y la crisis de 1873, empujaron a Francia hacia la aventura colonial. Finalizada la conquista de Argelia se inicia la de Túnez (1881) y completa el dominio de Indochina. La clave del expansionismo francés sería la conquista de las islas de Madagascar y Reunión, enclaves esenciales hacia sus colonias del Sureste asiático
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