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Sagot :
La posibilidad de la existencia de formas de vida en Venus se convirtió a partir de la década de 1950 en algo aparentemente imposible. Hechos como el que el planeta Venus esté situado mucho más próximo al Sol que la Tierra, elevando las temperaturas de la superficie del planeta hasta casi los 500 grados centígrados (773 K), el hecho de que la presión atmosférica sea 90 veces la de la Tierra, así como el impacto extremo del efecto invernadero, hacen de la vida tal como nosotros la conocemos, un fenómeno improbable, y sólo en las capas altas de la atmósfera, distantes de la superficie, se dan condiciones lejanamente aceptables para el sostenimiento de organismos.
Durante el tercer encuentro del Venus Analysis and Exploration Group (VEXAG, vinculado a la NASA), en enero de 2007, se planteó que el océano primigenio de Venus pudo existir durante un periodo superior a los 2.000 millones de años, más de la mitad de la historia del planeta, planteándose la cuestión de un posible desarrollo de formas de vida.
Eso, unido al hallazgo de un campo magnético residual durante la misión Pioneer Venus y la hipótesis de que la magnitud del mismo tuvo que ser similar al de la Tierra lleva a conjeturar, como afirma el biólogo español Alberto G. Fairén, que durante ese pasado remoto:
La atmósfera quedaría formada por un 20% del vapor de agua total, por CO2 (aunque este gas se disolvió en parte), y por N2. Las temperaturas medias estarían cercanas a los 350K, lo que provocaría constantes precipitaciones. En suma, el Venus primigenio pudo ser el planeta tropical que Edgar Rice Burroughs imaginó para las aventuras de su héroe Carson. La lluvia arrastraría el CO2 atmosférico, formándose importantes sedimentos carbonatados, que retendrían el dióxido de carbono. Como consecuencia de la intensa evaporación, la cubierta nubosa sería importante, lo que incrementaría considerablemente el albedo del planeta, reduciendo la radiación solar incidente. En esta situación, la trampa fría (la altitud de condensanción del vapor de agua) se situaría a unos 100 km; una vez allí, se precipitaría de nuevo en forma de lluvia. El campo magnético impediría la fotodisociación masiva del vapor de agua no condensado, así como la posterior pérdida de hidrógeno arrastrado por el viento solar. Éste es el modelo climático llamado de invernadero sostenido, con extensos océanos calientes, lluvias constantes y una elevadísima humedad relativa, y pudo mantenerse durante cerca de mil millones de años, hasta que el incremento de la luminosidad solar dio al traste con el paraíso. Si se confirmase, tendría una consecuencia importante: la vida habría tenido la oportunidad de comenzar en Venus hace más de 4.000 millones de años.[14]
Por su parte, Leonid Ksanfomality, uno de los responsables del programa Venera, afirmó que consideraba posible que algunas de las formas fotografiadas por la sonda Venera 13 sobre la superficie de Venus fuesen formas de vida,[15] si bien esto ha sido rechazado por otros científicos.[16]
En cualquier caso, los hallazgos de las próximas misiones a Venus serán de crucial importancia para determinar la validez o no de todas estas teorías y descartar o confirmar la posibilidad de vida, tanto pasada como presente, en el planeta.
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