Hermoso dueño mío,
por quien sin fruto lloro,
pues cuanto más te adoro
tanto más desconfío
de vencer la esquiveza
que intenta competir con la belleza.
La natural costumbre
en ti miro trocada:
lo que a todos agrada
te causa pesadumbre;
el ruego te embravece,
amor te hiela, llanto te endurece.
Belleza te compone
divina —no lo ignoro,
pues por deidad te adoro—;
más ¿qué razón dispone
que perfecciones tales
rompan sus estatutos naturales?
Si a tu belleza he sido
tan tierno enamorado,
si estimo despreciado
y quiero aborrecido,
¿qué ley sufre, o que fuero,
que me aborrezcas tú porque te quiero?
espero que te sirva