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Las leyes mordaza 



preocupa por estos días la Libertad de prensa en el continente.Aunque el grado de
intimidación y las herramientas utilizadas para silenciar a los periodistas
difieren entre países, la constante parece ser la de un claro enfrentamiento
con los poderes gubernamentales. Bajo la égida de Hugo Chávez, Venezuela lleva
la delantera pero no está sola en su decidida oposición a la prensa. Le
acompañan Ecuador y más recientemente Argentina. Bolivia, Guatemala y Honduras
no se quedan atrás. México aporta lo propio bajo el asedio del narcotráfico que
lleva a que el periodista decida entre la muerte y la autocensura y Colombia,
como se sabe, no está exenta del acoso a periodistas que sistemáticamente son
fisgoneados de manera ilegal y, de tanto en tanto, judicializados.


En Argentina el escándalo suscitado por un operativo en las instalaciones del diario Clarín en el que participaron 200 inspectores de la Administración Federal de Ingresos Públicos
(AFIP) prendió las alarmas de la comunidad internacional. Con la excusa de la
realización de una inspección fiscal de la que se intuye, por lo aparatoso y
policivo del procedimiento, obedeció a propósitos intimidatorios, el periódico,
valiente crítico de las erráticas políticas agrarias del gobierno de la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sufrió un embate más. Ya antes al
grupo de comunicación le habían sido retirados los derechos que tenía a la
transmisión del fútbol y se discute, para este conglomerado y en general la
prensa y radio argentinas, una polémica ley de medios audiovisuales que insiste
en imponer trabas como la de las licencias de funcionamiento que habrían de ser
renovadas cada cierto tiempo por un organismo oficialista.

Del lado de Venezuela quizáquien más ha resistido a los desmanes del caudillo es Alberto Federico Ravell,director del canal Globovisión, contra el que llueven ofensas y diatribas y con
quien la pelea viene de tiempo atrás, cuando fue acusado de acompañar a las
fuerzas opositoras en un golpe de Estado. “El presidente ya nos tiene
acostumbrados a sus amenazas”, sostuvo Ravell, justo antes de anunciar que recién
fueron cerradas 34 emisoras y otras 29 trabajan bajo el mismo ultimátum. Así
como en Ecuador el presidente Rafael Correa mantiene una disputa con un sector
de la prensa escrita que sin reparos ha denunciado lo que considera son
escándalos de corrupción en los que estaría involucrado el propio hermano del
primer mandatario, el Ejecutivo venezolano considera que los medios de
comunicación requieren todo tipo de limitaciones.

Igual situación vive laprensa en Nicaragua. Y ya no sólo por el asedio abierto sino por el clima depolarización al que ha llevado a su país el dirigente Daniel Ortega, quien hace
caso omiso de las agresiones físicas de algunos sandinistas contra miembros de
la prensa independiente y se empeña en centralizar la publicidad oficial.

Y así Bolivia, en donde el Presidente Evo Morales cuestiona en términos que no convienen a todo el que hace pública informaciones que le son contrarias y en donde existe una honda
preocupación por la integridad física de los periodistas, que son deliberadamente
atacados sin que se conozcan, y tal es el caso de un episodio reciente, los
móviles de las agresiones o el paradero de los utensilios de trabajo que les
arrebatan.

En síntesis, el mal es común y ya no sólo en países en los que gobierna algún izquierdista radical que no repara en las formas. Hay acciones soterradas igual y aun más efectivas. No
estará fácil la reunión de emergencia a la que han convocado, para el día de
mañana en Venezuela, organizaciones internacionales y nacionales del
periodismo. Las estrategias empleadas para amordazar son de diversa índole. O
bien se ejerce presión judicial que silencia a punta de chantajes que anuncian
demandas penales —cuando no las hacen efectivas—, o bien se acude al
ordenamiento jurídico en busca de leyes ideológicas que ejercen el control de
los contenidos. Y siempre es probable que, junto a estas dos o por separado, se
intente ejercer presión económica que es, se sabe, por donde más vulnerables
son algunos medios de comunicación en la actualidad. Y en particular la prensa
escrita.